Oh Dios, lleno de poder y de amor,
que, al decretar la muerte,
le abre al hombre con tu misericordia
las puertas de la vida eterna;
mira con piedad a tu hijo
que lucha en agonía,
para que, asociado a la pasión de Cristo
y sellado por su Sangre,
pueda llegar a tu presencia
limpio de todo pecado.
Por Jesucristo, Nuestro Señor
Amén